Kevin Ortiz, uno de los heridos del tiroteo de San Bernardino en Estados Unidos, no llegaba ningún chaleco antibalas cuando tuvieron lugar los trágicos eventos. Sin embargo, es muy posible que lo que salvase su vida fue su teléfono móvil iPhone. Ortiz, de 24 años, es un inspector de medio ambiente del estado, fue disparado cinco veces: dos veces en el muslo de la pierna y en los brazos y hombro, mientras se escondía bajo una mesa al tiempo que los terroristas Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik disparan balas en el Inland Regional Center el miércoles que tuvo lugar el ataque. Sin embargo, parece que una de las balas podría haber entrado directamente en su pecho; pero no lo hizo gracias al teléfono que guardaba en el bolsillo de camisa, después de lo cual dejó un terrible agujero en el dispositivo. Según comenta la propia madre del afectado, Tina Marie Ortiz, , llevaba dos teléfonos: uno de trabajo y uno personal. La sexta bala que le dio, por suerte, golpeó el teléfono en lugar de atravesar su pecho. Por suerte, parece que a pesar de sus heridas el joven se está recuperando favorablemente tras haber sido intervenido quirúrgicamente.

Por lo visto, se encontraba en una función de Navidad y estaba en una mesa con sus compañeros de trabajo. Estaban dando algunos discursos cuando de repente escucharon tiros desde el vestíbulo del teléfono, y de repente las puertas se abrieron y los atacantes entraron dando tiros.

iPhone 6S y 6S Plus

La madre del herido comenta que las personas que estaban en la parte frontal de la sala fueron los primeros en recibir los disparos, pues fueron los primeros en salir al escuchar el ruido. Su hijo, por suerte, sólo fue herido y terminó escondiéndose bajo la mesa; según explicó el mismo herido, los atacantes volvieron y comenzaron a disparar a la gente que se estaba escondiendo. Ahí fue donde su teléfono móvil logró parar esa bala mortal.

A pesar de haber podido salvar la vida gracias a su iPhone escondido en el bolsillo, el joven sigue afectado por los eventos. En cualquier caso, no es la primera vez que sucede un caso en el que un teléfono colocado en un bolsillo ha podido salvar la vida de una persona en otros ataques similares.